El placer rebelde de Luisa Valenzuela Antología general Selección y prólogo de Guillermo Saavedra
- Jorge Ivan Parra
- 8 may 2015
- 2 Min. de lectura

De esta magnífica escritora cosmopolita y tal vez precoz (valorada en su momento por Julio Cortázar), se puede destacar su prurito estético por lo marginal; por un mundo casi de bajos fondos (quizá, bajos instintos) cuyos habitantes, casi siempre mujeres al borde de la miseria y la abyección, se emplean en una tarea de pura supervivencia diaria. Así lo apreciamos en la inolvidable Clara, la prostituta soñadora y luchadora de su primera novela Hay que sonreír, narración que no parece provenir de una pluma a la sazón tan joven. Perdedora irredimible, desde que las carencias de su medio rural la abortan y la instalan en un entorno urbano del que no sabe nada, su vida siempre pasa de mal a peor, hasta la total sin salida: “Estoy atada, de pies y manos y cabeza. Como si éste fuera mi destino; pero no lo es, eso sí que no, voy a pelear hasta que reviente para que no lo sea, para cambiarlo todo, una vez más”.
Marcela Osorio, Mar-bella/bella/ella, es la protagonista de una singladura sentimental, erótica, artística, audaz, epistolar, exótica, y mística, en parte en la New York de sueño para los artistas e intelectuales. Como los héroes homéricos, viaja, conquista y narra. A guisa de Anaís Nin escribe cartas que contravienen la moral burguesa y el discurso del poder. Su destinatario, esposo para más señas, a cambio de disfrutar de una erótica narrativa, le envía tiquetes para que se mueva por el mundo y viva experiencias amorosas. Extraña transacción y extraña forma de mantener una relación, pero es que en la escritura de Valenzuela, el deseo, la búsqueda, el desarraigo y la soledad (sus temas recurrentes) pueden expresarse de las más inusitadas formas. Al final, a través de su amigo polaco Bolek, ella, es decir, Mar-bella-bella-Marcela, recupera las cartas y su lenguaje público vuelve a ser privado.
Toda la novelística de Luisa, desde la mencionada novela escrita a los 21 años, hasta La travesía, la última, pasando por Como en la guerra, Novela negra con argentinos, Los deseos oscuros y los otros, Cola de lagartija y Cambio de armas, desarrolla una poética de humor negro, casi grotesco y una magnífica y eficaz articulación entre la política, el poder y el sexo (su tema más recurrente), como si Foucault, Nietzsche y Freud constituyeran la base de su discurso… “las líneas de su mano”.

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